Análisis del libro “Lituma en los Andes”

Análisis:

Santiago, jueves 25 de junio de 2009

Mario Vargas Llosa

Ganadora del Premio Planeta de España (1993), la novela Lituma en los Andes de Mario Vargas Llosa es acerca de cómo un puñado de afectos retenidos en lo más profundo del ser humano se vuelca por sobre la razón y disuelve los confines entre lo animal y lo humano, de “cómo el instinto, arraigado en lo más profundo y en lo más oscuro del ser, se resiste a la razón o cómo la razón y el progreso se enfrentan a la pérdida de la pasión, del goce, de la emoción ancestral.[1]

El cabo Lituma y su adjunto Tomás han sido destinados a un campamento minero en la ciudad de Naccos, en la sierra del Perú, para investigar la desaparición inexplicable de tres campesinos del lugar. Durante la investigación, se vive bajo la amenaza constante de la guerrilla maoísta de Sendero Luminoso, que cuenta entre sus integrantes los principales sospechosos de las desapariciones. Sin embargo, se enteran también del sentido de una costumbre fetichista que sacrificaba personas a los espíritus de las montañas que están metidos dentro de los cerros y que provocan las desgracias para evitar la miseria de la población. Finalmente, el cabo descubre que las desapariciones eran a causa de los macabros rituales de los lugareños, fuera de toda lógica racional.

Lo que interesa para objetos del presente documento es la violencia, sobre todo, que surge de dos vertientes: de los ritos artificiales y de la guerrilla de Sendero Luminoso, que provocan una situación radical, cuando la gobernabilidad de un estado peligra y predomina el conflicto. Violencia ritual, sí, pero, también, violencia terrorista, la más terrible porque es el monstruo engendrado, desde el delirio, que amenaza la vida2.

Del realismo de Lituma al radicalismo senderista

Vargas Llosa refleja una realidad importante peruana: la campaña senderista tenía como propósito desmoralizar y socavar al gobierno del Perú para propiciar un golpe de estado que pondría a sus líderes en el poder (existía, en la época del libro, un sistema bipolar, dos grandes centros de poder – el gobierno y la guerrilla – que construyeron alrededor esferas de influencia, y cuyo conflicto, muy grave, se tradujo en la muerte de miles de personas).

El realismo político considera que el principal problema en un estado es de seguridad, que se resuelve aplicando soberanía y solución estatal. La fragilidad y el descrédito del estamento político le pueden abrir la puerta a cualquier aventura radical3, como sucedió en el caso de Sendero Luminoso. En la novela hay una situación de guerra que refleja claramente que el ente centralizado (el estado) ha sido desbordado y que no provee seguridad, ni orden, ni paz.

Se identifica, entonces, el pesimismo realista respecto de su concepción del ser humano (brutal, caído, que comete injusticias, inmutable) muy evidente en la novela, con un tipo de violencia entre personas con un mismo nivel de alucinación, es decir, “máquinas golpeadoras desatándose en contra de hermanos que son tratados como enemigos4”. Las leyes morales se olvidan y convierten una matanza en una cotidianeidad; aquí se percibe la irracionalidad de una conducta gobernada por los instintos. En una oportunidad, cuando Lituma va a la cantina, se da cuenta de que el alcohol es responsable directo de los actos violentos.

De otro lado, el realismo mantiene que los principios morales universales no pueden ser aplicados a los actos estatales en su formulación universal y abstracta. En un contexto en el que no existe un principio moral, lo que determina lo bueno y lo malo son las circunstancias. Por lo tanto, en determinado momento, matar puede ser malo o bueno. «Frente a la violencia institucionalizada la lucha armada es un recurso legítimo y necesario del pueblo para restituir su voluntad soberana»5.

Ya Maquiavelo, un realista puro, había dicho en su libro “El Príncipe” que hay dos maneras de combatir: una, con las leyes, otra, con la fuerza. La primera es indistinta del hombre; la segunda, de la bestia. Pero como a menudo la primera no basta, es forzoso recurrir a la segunda6.

Las explicaciones de la violencia fetichista no hay que considerarlas con la cabeza, según el cabo Lituma, porque no tienen fundamentos racionales. La imaginación se torna destructora y se encarga de fundamentar la realidad en ese contexto. El realismo es racional. No puede entender que gente actúe en estado emocional ni utópico. De hecho, en las primeras páginas del libro, Lituma se cuestiona si es que efectivamente los lugareños creían que entre las montañas existían estos demonios en las montañas.

El realismo político – prudente – se refleja en el cabo Lituma. A lo largo de toda la novela, es él quien siempre se detiene a pensar frente a cada situación, bajo los criterios del realismo ya expuestos. Prudente porque según Pieper, “sabe cuidarse de no pasar por el apurado trance de tener que ser valiente…; la prudencia es el recurso de lo que quisieran llegar tarde siempre a los momentos de peligro”7.

Matar se convirtió en un fenómeno de agresividad extremo y la inseguridad era parte de la realidad (todo esto en el contexto de la novela). Sin moralidad, sin buenos ni malos, matar y violar los derechos humanos para los realistas está justificado, aunque a diferencia de esto, Lituma siempre se cuestionó el por qué tenían que sacrificar los lugareños a personas “por unos apus que nunca nadie vio ni se sabe si existen”8. Mientras que la guerrilla de Sendero Luminoso se mantenía perpetrando ataques básicamente por una ideología que “ha acabado por encauzar la legítima frustración de masas que no han sido aún incorporadas a la modernidad hacia un enfrentamiento con los sectores que representan el verdadero progreso”9. [1]

Tomemos en cuenta que Sendero se autoproclamaba marxista-leninista-maoísta. De Marx tomaron la concepción de la historia como una lucha entre polos opuestos. En el Perú, esta lucha sería la de los campesinos contra el Estado. Guzmán, que había tomado una posición maoísta, surgió como el líder de Sendero Luminoso, por la siguiente frase de Mariátegui: «el marxismo-leninismo es el sendero luminoso del futuro». Adoptó el alias de Presidente Gonzalo y comenzó a abogar por una revolución maoísta dirigida por obreros. Sus seguidores peruanos declaran que Guzmán era la “cuarta espada del comunismo” (después de Marx, Lenin, y Mao).

Para los marxistas no hay lealtades nacionales, sino de clases. Una lealtad internacional es la que propone el socialismo-marxista. Los estados ni la nacionalidad son importantes, lo que importa es pertenecer a la clase. Para romper la dependencia de los más ricos, una de las soluciones que proponen es la más radical: la guerra, sea armada o protesta.

Sendero Luminoso sería entonces la ejemplificación del radicalismo – marxismo en la novela. Este grupo quiere instituirse en el poder para expurgar la clase burguesa, y entonces llegamos a la etapa final de la historia, la etapa de igualitarismo total. Este tipo de violencia es entre la guerrilla y el estado, y para identificarla, los personajes de la novela tienen una revisión histórica.

La presencia de la guerrilla senderista es latente e indispensable, porque mucho se dice de los excesos que comete en cuanto a la violación de los derechos humanos y el respeto por la vida.

Lituma en los Andes pesa por el pesimismo realista de la racionalidad efervescente de una colectividad asesina que justifica sus actos en creencias y mitos que Lituma no puede aceptar. Y, de otro lado, pesa el reflejo de una situación que marcó la historia peruana por el desempeño de una guerrilla convencida en el estatismo y en la lucha armada.


1 Vargas Llosa, M. (1993). Lituma en los Andes. Barcelona : Editorial Planeta S.A. Prólogo.

2 Ibídem

3 Benavente Urbina, A., Alberto Cirino, J. (2005). La democracia defraudada. Buenos Aires: Grito Sagrado Editorial. p 249.

4 Dorfman, Ariel. Imaginación y violencia en América. Barcelona: Anagrama, 1972. P. 26

5 Belmont, J. Una guerrilla sin ideología. Época, Semanario de México, No. 274, 2 de Septiembre de 1996. pp.16-26

6 Maquiavelo, N. (1994). El Príncipe. México: Editorial Porrúa. P. 36

7 Desantes, J.M. Hacia el realismo político. Barcelona: DOPESA. P. 163.

8 Vargas Llosa, Mario. Lituma en los Andes. (Barcelona : Editorial Planeta S.A, 1993). P 310.

9 Vargas Llosa, A., Apuleyo Mendoza, P., Alberto Montaner, C. (2007). El regreso del idiota. Buenos Aires: Verlap S.A. p 194.

Vanessa Quinde Montero

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