Análisis:
Santiago, 28 de mayo de 2009
Amo a mi país. El Perú encierra una tradición cultural incaica que dejó al mundo una historia llena de complejidad y color, y la herencia de legados inteligentes encerrados en enigmas. Amo el pasado profundo que recorre cada rincón del territorio, de norte a sur, de este a oeste.
El imperio exitoso que gobernó en los tiempos del Inca (sin incluir la paradoja de su decadencia: una discusión de poder), convierte al Perú en, tal vez, el mejor ejemplo para justificar la versión indígena de que se “habría vivido en una sociedad basada en la propiedad colectiva, sin dominación, que habría sido destruida con la llegada de los españoles y los portugueses”1. Y sucede que a partir de allí, según Carlos Miró Quezada, “el Perú tiene varios pisos, como un edificio que fue construido por civilizaciones diferentes. De allí ha salido lo que somos, y seguramente lo que seremos”2.
Pero, ¿quiénes están dispuestos a renunciar a lo que somos (ese “somos” incluye la mitad española), para regresar a lo que fuimos?, ¿qué expresa este manifiesto ideológico de volver atrás?
La idea retrógrada se fundamenta en un puñado de afectos retenidos muy nacionalistas “que reivindica la hegemonía de lo “cholo” sobre lo blanco”3. Y así se funda el “etnocacerismo”, un movimiento de tintes izquierdistas que representa al lado marginado peruano de piel cobriza que es mayoría (según su modo de pensar), por lo deetno, y que por cacerismo recuerda al ex presidente Andrés Avelino Cáceres del siglo XIX, quien organizó a los campesinos indígenas para evitar la ocupación chilena luego de la Guerra del Pacífico. Lo de la marginación se convierte en el argumento más fuerte del movimiento. La Comisión de la Verdad, instituida en el 2000 para analizar el caso terrorista de Sendero Luminoso, arrojó que “el Perú arrastra desde hace siglos patrones discriminatorios y racistas y dista mucho de ser un país verdaderamente multicultural, donde el acceso al derecho pero también al poder político, económico y cultural no esté limitado por el color de la piel”4.
Además de aspirar a la unificación del Tahuantinsuyo, agregándose Ecuador y Bolivia; de una postura a favor de la siembra y cultivo de la hoja de la coca; de convertir al quechua en el idioma oficial del país; de su intención de reemplazar al derecho incaico sobre los derechos universales; además de estos deseos secundados por los sectores pobres del país y el campesinado indígena, que aceptan las reformas utópicas de base rara y el ideal de una nación comprometida con su causa, el etnocacerismo propone modificaciones en el sistema económico (aspira a la autarquía económica); promete cerrar las puertas de la importación extranjera y suspender el pago de la deuda externa; la resurrección de la religión ancestral, “o la mezcolanza judeo-cristiana-inca de los israelitas”; la aniquilación de los corruptos y de los homosexuales. En fin, ideas radicales reproducidas de un típico populismo que caracteriza varios actuales gobiernos de países en América Latina.
“La ideología es lo más importante. Una vez que tengas la convicción ideológica, esto de manejar un arma se aprende en unas horas”5. Estas son las palabras pronunciadas por el fundador del movimiento etnocacerista y hoy residente del penal de Piedras Gordas, el mayor en retiro y empresario periodístico Antauro Humala, quien declara, además, respetar a Cox, Morote, Incháustegui, los cabecillas de Sendero Luminoso, “porque mantienen una moral admirable”.
La piel se me puso de gallina cuando leí lo anterior. Las políticas radicalistas de Antauro Humala se han delineado tanto que no es muy difícil predecir el futuro del Perú bajo su ideología. Lamentablemente, esta realidad existe, y existe gracias la influencia paterna humalista, la semilla de su pensamiento: don Isaac Humala, viejo comunista y creador del Centro de estudios Etnogeopolíticos. A varios de sus hijos convenció desde muy niños que serían presidentes.6
“Ollanta, el salvador del Perú”
Con esta frase, Antauro reconoce “dejarle servida la mesa a su hermano” y lo presenta… ¿Quién es Ollanta Humala Tasso?
Ollanta Humala Tasso es el fundador del Partido Nacionalista del Perú. Es hermano mayor del ya mencionado Antauro Humala, e hijo del mismo padre (a pesar de la obviedad, es preciso que el lector infiera, según lo mencionado antes, bajo qué ideología se presentó Ollanta a la candidatura de la presidencia del Perú).
Ex militante (cabe mencionar que en los 50, el peruano Carlos Miró Quezada consideraba al ejército como nacionalista por herencia, vocación y destino: “El ejército en todas partes es la encarnación armada del nacionalismo”7… Don Isaac necesitaba unos hijos militares para que lleguen al poder, con fe en la violencia… movido por el nacionalismo “en versión castrense”), el teniente coronel Ollanta y su hermano, el mayor Antauro, protagonizaron en el 2000 un golpe contra el debilitado gobierno de Alberto Fujimori, mientras proclamaban sus ideas etnocaceristas. Fueron ambos encarcelados y amnistiados durante el gobierno interino de Valentín Paniagua. Antauro volvería a la cárcel tiempo después y Ollanta iniciaría su campaña, que lo colocaría a un centímetro de la presidencia del Perú.
Ollanta Humala es el referencial simbólico del líder que sigue las vías no institucionales, que no respeta al estado de Derecho, que menosprecia la democracia, que reduce todo a la lucha de clases que debe justificar cualquier tipo de acción8.
Este referencial simbólico de líder de Ollanta se parece al de otros “líderes” en América Latina. Carlos Alberto Montaner escribió en el Prólogo del libro de Andrés Benavente y Julio Cirino “La democracia defraudada”, que en América Latina hay tres grandes bloques. El segundo bloque está conformado por tres países: Perú, Bolivia y Ecuador. En ellos se mezclan el populismo, el regionalismo, el indigenismo y los cultivadores de coca. Pero además afirma algo muy cierto: “la fragilidad y el descrédito del estamento político le pueden abrir la puerta a cualquier aventura radical de izquierda, y en donde ni siquiera es imposible descartar intentos serios de secesión…” y vamos a ver porqué.
Cuestión de popularidad
“Está en 34% a nivel nacional y en el sur es imbatible. No sé qué hacer para derrotarlo. El Perú se está partiendo…”9: García a Mario Vargas Llosa a inicios del año pasado, en referencia a la posición del líder nacionalista Ollanta Humala. En 2008 han pasado ya dos años desde la elección presidencial. García no pasa del 34 por ciento en niveles de popularidad y el presidente regional de Puno, el señor Hernán Fuentes, hace poco propuso que el Perú se convierta en un Estado Federal, y desde hace tiempo amenaza con convertir a Puno en un estado independiente, hipnotizado por el problema de secesión en Bolivia.
Realmente, el sentimiento nacionalista hipnotiza. El sentimiento se aviva cuando es el momento de gritar, de salir a las calles y manifestarse en desorden, tomando actitudes irracionales propias de aquellos que no evolucionaron. “El indigenismo ideológico ha acabado por encauzar la legítima frustración de masas que no han sido aún incorporadas a la modernidad hacia un enfrentamiento con los sectores que representan el verdadero progreso”10. En la primera vuelta, en las elecciones de 2006, Ollanta Humala se convirtió en la principal fuerza política con 31 por ciento de votos. Alcanzó una posición dominante en el sur y centro del país y una cuarta parte del electorado de Lima. En la segunda vuelta, Ollanta Humala perdió con el 44.54% de votos y García ganó con 55.45%11. Cifras parecidas en el orden y en distancia.
García continúa manifestando su preocupación a Vargas Llosa: “Nunca hemos estado mejor que ahora en materia económica, no hay violencia social, el futuro nos sonríe. ¿A qué se debe este rechazo social?”. Efectivamente, cabe preguntarse por qué el Perú se sectoriza tanto, y se confunde tanto. Las encuestas afirman hoy que si las elecciones presidenciales fuesen mañana, Keiko Fujimori sería presidente (¿tal vez por el reciente juicio a su padre?). Pero, para prefiguración de aquellos que no dimensionan el peligro de unas próximas elecciones presidenciales ajustadas entre Fujimori y Humala, hace unos días Mario Vargas Llosa los comparó con el sida y el cáncer terminal. O sea, lo peor de lo peor.
Y, para citar nuevamente a este analista peruano político de los 50, Carlos Miró Quezada tal vez tenga la respuesta a este destino, aunque sus ideas son de esos años: “En el Perú es fácil caer en confusión y precipitarse en el error. Varias veces se ha equivocado el Perú en el transcurso de los últimos años. Las consecuencias de los errores colectivos los estamos palpando todos los días, en este caminar desfalleciente de un país de destino trunco, siempre sujeto al azar, donde nada es duradero ni estable, y donde la improvisación y la maña han tomado indeseable carta de ciudadanía”.12
Los campesinos eligen a Ollanta no por ignorancia política. Tienen razones que se fundan en ese deseo de convertir nuevamente al Perú en lo que un día fue, pero con básicas diferencias. Aspiraciones de retroceder en una época en la que el despegue de la tecnología hará imposible esta pretensión, porque quieran o no, la tecnología ya abrió las puertas hacia el mundo, hacia la deliberación, y convergencia, y las dictaduras radicales ya no van.
Y como bien dijo Juan Carlos Tafur, estas razones, fundadas en una memoria diferente y en una esperanza lejana, no representa García. Si no enmienda esto, las puertas del Palacio de Gobierno se le abrirían a Humala, quien será, sin duda, “el Atila de la incipiente modernidad que hemos conquistado estos años”13.
Analizando todo ello, y parafraseando al psicoanalista Moisés Lemlij, la conclusión es que lo peor de Alan García es mejor que lo mejor de los Humala, y que, a pesar de todo, el APRA y sus acompañantes ofrecen menos angustias que los nacionalistas y sus adjuntos.
Amo a mi país, sí, tanto como lo aman todos estos señores mencionados en este artículo (García, Fujimori, los Humala, los autores peruanos de los libros citados). Pero no por amarlo condeno al etnocacerismo exacerbado de Ollanta Humala, sino porque creo que el principal problema de su postura, por más mesiánica que sea y aún tenga las mejores intenciones (aunque quiera actuar idiotamente), es la radicalización. Ningún extremo es positivo, y la política es el arte de la negociación. Negándose a ella hará de todo, menos política.
1. Rocha, V. (2008). La fascinación del populismo. Río de Janeiro: Topbooks Editora. p 33.
2. Miró Quezada, C. (1959). Radiografía de la Política Peruana. Lima: Ediciones Páginas Peruanas. En Prólogo.
3. Benavente Urbina, A., Alberto Cirino, J. (2005). La democracia defraudada. Buenos Aires: Grito Sagrado Editorial. p 249.
4. Willer, H. (2003). ¿Indigenismo o fascismo andino? Buscando un Humala. Visitado el 21 de mayo de 2009, de http://www.idl.org.pe/idlrev/revistas/158/158humala.pdf
5. Willer, H. (2006). Etnocaceristas entre Ollanta y Antauro. Visitado el 21 de mayo de 2009, de http://www.idl.org.pe/idlrev/revistas/177/18-21.pdf
6. Vargas Llosa, A., Apuleyo Mendoza, P., Alberto Montaner, C. (2007). El regreso del idiota. Buenos Aires: Verlap S.A. p 191.
7. Miró Quezada, C. (1959). Radiografía de la Política Peruana. Lima: Ediciones Páginas Peruanas. p 122.
8. Rocha, V. (2008). La fascinación del populismo. Río de Janeiro: Topbooks Editora. p 33.
9. Tafur, J.C. (2008). ¿Primero Fujimori y ahora Humana? Visitado el 21 de mayo de 2009, dehttp://www.idl.org.pe/idlrev/revistas/185/revista185%20pdf/politica%2015-16.pdf
10. Vargas Llosa, A., Apuleyo Mendoza, P., Alberto Montaner, C. (2007). El regreso del idiota. Buenos Aires: Verlap S.A. p 194.
11. Revista El Economista. Visitado el 21 de mayo de 2009, de http://www.elcato.org/pdf_files/ivasquez-eleconomista.pdf
12. Miró Quezada, C. (1959). Radiografía de la Política Peruana. Lima: Ediciones Páginas Peruanas. en prólogo.
13. Tafur, J.C. (2008). ¿Primero Fujimori y ahora Humana? Visitado el 21 de mayo de 2009, de http://www.idl.org.pe/idlrev/revistas/185/revista185%20pdf/politica%2015-16.pdf
Vanessa Quinde Montero